domingo, 27 de marzo de 2011

Et lux in tenebris lucet.

Frente a aquella ventana recordaba sus desengaños amorosos en una lluviosa tarde de abril. Sentado en el sofá de siempre con una taza de café en la mano, contemplando tras el cristal las gotas de lluvia caer silenciosas, se repetía una y otra vez que para él quedaba prohibido enamorarse.


Una vez más le había tocado sufrir en este tipo de historias, justo cuando parecía que todo iba bien. Cansado de tanto preguntarse y no encontrar respuesta bajó a pasear con su paraguas bajo la lluvia, recorría despacio las calles de su barrio sin apenas mirar a su alrededor, caminaba solo hacia ningún lugar, inmerso de nuevo en sus pensamientos y reflexiones.

Cuando de pronto la vio, por un instante creyó que era parte de su imaginación. Cerró los ojos y se los frotó, pero cuando los abrió ella seguía allí. El brillo de sus ojos iluminaba sus ojos oscuros, sentía en su rostro la suave brisa que despertaba el leve movimiento de su pelo en el vaivén del viento, su silueta igualada a la de la más bella musa y su dulce sonrisa le hicieron reaccionar.

Tenía una sensación extraña al observar a esa mujer, una sensación que tenía miedo de descubrir. No quería enamorarse, pero pasó.

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