domingo, 20 de noviembre de 2011

Tan sin nombre como yo.

Somos dos almas perdidas dispuestas a cruzarse en el camino. Dos desconocidos que sólo conocemos el color de los ojos del otro después de mirarnos.
Aquella tarde no era especial, no era distinta a las demás. Ambos paseábamos sin esperar encontrarnos. Tú con tus problemas y yo con los míos, los dos solos, pero deseando encontrar a alguien para desahogarnos.
El semáforo nos dio el paso y, sin más, continuamos nuestros caminos, con un destino sin nombre, pero con sentidos opuestos que han hecho que hoy y ahora nos encontremos en este punto de la ciudad.
Al pasar de largo me quedé con la curiosidad de conocerte, pero cuando me volví ya habías desaparecido del camino. Supongo que es el interés que me causa lo desconocido. Solamente soy eso, un curioso y nada más.
Poco a poco fue viniendo la noche, la luna me iluminaba, la miré en silencio, redonda, casi perfecta custodiando la ciudad mientras ésta dormía.
Yo caminaba sin saber muy bien hacia qué lugar me dirigía. Miré el reloj, eran las once de la noche. No estaba cansado y tampoco quería volver a casa. Quería seguir paseando, tentando al destino para que volviese a ponerte en mi camino y de esta manera volverte a ver, pero esa noche no sería yo quien confiara en la suerte.
Nos convertimos en recuerdos mutuos, ambos formamos parte ya de un momento efímero. Tú quedas en mi memoria y yo quedo en la tuya, pero aún así desearía volver a encontrarte.

1 comentario:

  1. Es muy bonito, precisamente hace poco leí una página de facebook que trataba sobre eso... de esos paseos o en los transportes... como el metro o el autobús donde quedamos ``enamorados´´ con personas que incluso te ceden una sonrisa tímida y que luego desaparecéis sintiendo cierta tristeza por haber perdido una oportunidad e ilusión por volverl@ a ver.

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